Hoy La Nación publicó una nota cuyo título era bastante elocuente: "No alcanzan los donantes de sangre para el garrahan". No hace falta ser un experto en hemopatía para explicar este fenómeno. Cualquier alumno de Economía se secundaria (o por lo menos quiero creer que los míos) puede explicarlo.
La transfusión sanguínea es un mercado. Hay "vendedores" (quienes entregan la sangre) y hay "compradores" (los que la reciben). Un comprador y un vendedor son condición suficiente para que exista un mercado. Sin embargo, este mercado tiene una particularidad: su precio. El hecho de que la compra-venta de órganos esté prohibida no implica que no haya un precio. Simplemente es un caso, como tantos otros, donde el gobierno ha fijado un precio máximo. La particularidad de este mercado es que ese precio máximo es igual a 0 (nadie puede pagar ni recibir más de $0 por una transfusión sanguínea).
¿Qué pasa en las estaciones de servicio cuando el gobierno fija un precio máximo para la nafta? Hay escasez. Es decir, ciertos vendedores no llegan a cubrir sus costos con ese precio y por lo tanto no venden. Como consecuencia, hay personas que se quedan sin cargar nafta aun cuando estarían dispuestas a pagar más por ella. Y por no poder subir el precio hay empresas que se quedan sin venderle a estas personas. Este es uno de los tantos casos en donde la intervención del Estado no sólo viola los derechos de las personas sino que además afecta su bienestar.
El mercado de la sangre no se diferencia en nada (o en casi nada) del mercado de la nafta. Juan necesita recibir sangre. Juan estaría dispuesto a pagar por esa sangre (y mucho). A Nicolás le gustaría entregar su sangre pero, ya sea por miedo, dolor o tiempo invertido siente que este acto le implica un costo. Si Juan y Nicolás se conocieran sería cuestión de minutos hasta que ambos se pusieran de acuerdo y Juan le pagase a Nicolás un precio que lo compensara por los costos que para él implica la transfusión. No sólo ambos estarían más felices, ¡la vida de Juan se hubiera salvado!. ¿Por qué no pasa esto en la vida real? ¿por qué en la vida real Juan se muere o su operación se pospone hasta conseguir un donante voluntario (si es que alguna vez aparece)? Porque en el mundo real el Estado ha puesto un precio máximo igual a $0. Y como Nicolás no está dispuesto a entregar su sangre por $0, entonces el acuerdo nunca se concreta. Juan se perjudica porque podría haber recibido la sangre que necesita. Nicolás se perjudica porque podría haber recibido el dinero. ¿Quién se beneficia? Quien sea el beneficiario por favor identifiquese y explíqueme porqué a costa suya seguimos violando los derechos de Nicolás y poniendo en juego la vida de Juan.
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El planteo es interesante, y se repite en muchos casos.
ResponderEliminarEn la mayoría de los casos en los que se repite, son simples problemas políticos+económicos+sociales. Es decir, el ejemplo citado de la nafta, donde por muchísimas cuestiones se llega a decidir un precio máximo. Afecta a mucha gente, no a todos por igual. Se puede volver injusto, o no. Pero ese sería otro análisis (así como en cualquier ejemplo sobre productos regulados, ya sea con precios máximos, cantidades máximas, limitaciones a la importación o exportación, etc.).
Sin embargo, cuando las decisiones de este tipo, no importa de dónde vengan, afectan cuestiones ya más importantes, como la vida de mucha gente, se vuelven más difíciles.
Claro, estará el que me diga: "una ambulancia se quedó sin nafta y alguien murió". También va a existir un caso donde por no poder exportar soja, un productor vendió menos y perdió su empresa, y así no pudo pagar un ibupirac para su hijo, que se murió de fiebre. Bueno, ejemplos rebuscados no vienen al caso.
En lo concreto, ni la nafta ni la soja, así como tampoco la mayoría de las cuestiones relacionadas a las decisiones de trabas impuestas por el Estado, afectan TAN directamente la salud (y más aún la vida o muerte) de una persona.
¿Y a dónde voy con todo esto?
Cuando empecé el análisis decía que las decisiones de este tipo, vienen por muchísimas causas. Pero generalmente no entran en juego la moral, ética, valores.
Si se le pone un precio, siguiendo las teorías económicas, quien pueda pagar más por la sangre, vive. Mientras que el que no tiene plata, simplemente, muere.
Hoy día, a mi entender, el sistema es lo menos injusto posible.
Muere gente, el ejemplo es válido: muchos poribles donantes no "regalan" su sangre (por muchísimas razones), pero si se lo incentiva económicamente, es muy probable que, cuanto menos, existan mas ofertantes. No se asegura que se cubra la demanda, pero es altamente probable que exista una suba en la cantidad de gente que antes no "donaba" y ahora sí "vende".
Pero repito, si fuese así, los ricos de seguro podrían acceder a la sangre, mientras que los pobres... bueno, "allá ellos".
En síntesis, regular estas cosas tiene sus justificaciones. No necesariamente el sistema funciona a la perfección, pero a mi entender, con sus fallas y todo, es el menos injusto.
Los costos son, literalmente, vidas humanas.
Una vez más cito al ejemplo del blog: alguien puede vivir en vez de morir si le compra la sangre a quien la tiene y no la está regalando.
Pero sigo exactamente el mismo ejemplo y le hago una pequeñísima modificación: ahora Juan, el que necesita la sangre, vive literalmente en la Villa 31, en una choza de chapas, sin agua ni electricidad.
Nicolás, el que tiene la sangre compatible pero no la dona voluntariamente, vive en Puerto Madero, piso 43, tiene un yate estacionado en su casa y una vez por semestre lo usa para cruzar el río y escaparse a Punta del Este para un fin de semana de relax.
Bien, ahora repensemos la situación.
Más allá de que Juan no tiene ni $1 para ofrecerle a Nicolás. Imaginemos que existe una entidad que financia la compra de sangre, para posibilitar vidas. Genial. Entonces aún con las limitaciones económicas de Juan, vamos a llamar a nicolás a su Black Berry para decirle que le compramos la sangre.
¿El final es necesario escribirlo, o se sobreentiende?
Cierro con lo mismo por tercera vez: el sistema presenta fallas, por definición, pero hoy es el menos injusto.