miércoles, 21 de abril de 2010

Sobre la Iglesia y el mal alterable de la privación de derechos

Parecería ser que la Iglesia, después de atender temas menores como las numerosas acusaciones por pederastia o la negación del Holocausto, aún tiene tiempo para dedicarse a aquellos asuntos que realmente tormentan la vida de los hombres impidiendoles vivir armónicamente en sociedad. Me refiero, por supuesto, al hecho de que algunas nenas se sientan atraídas por otras nenas y, algunos hombres prefieran manifestar su amor a través de la compañía voluntaria de alguien del mismo sexo, a quien no superan en 50 años de edad.
El episcopado argentino se reunió hace dos días y público un documento titulado "Sobre el bien inalterable del matrimonio y la familia".

Hace unos días plantee el problema de si era posible concebir un argumento contra el matrimonio homosexual que no se apoyara en la moral individual o religiosa como verdad absoluta. Con sólo leer el título, el hecho de afirmar que existe un "bien inalterable", perdoneme Padre, pero lo descalifica por completo del concurso en cuestión. Siga participando...

Si bien me gustaría escribir ampliamente cuestionando cada uno de los puntos que este documento incluye, me limitaré por cuestiones de tiempo a remarcar cuál es, a mi entender, su mayor error.
Quienes estén familiarizados con la teoría filosófica conocerán el término de falacia naturalista. Esta concepto, atribuído comunmente a David Hume (distinto de Desmond Hume), se refiere a la imposibilidad de justificar aserciones factuales a partir de aserciones morales. En términos menos rebuscados, que algo "sea así", para nada implica que "deba ser así". El hecho de que el matrimonio hoy en día sea entre personas de distinto sexo, no implica que deba ser así, o que esta es la forma éticamente correcta de concebir el matrimonio.

"[...]La unión de personas del mismo sexo carece de los elementos biológicos y antropológicos propios del matrimonio y de la familia.[...]"

Nuevamente, el episcopado comete aquí un error al presentar un argumento que es claramente tautológico. Por supuesto que la unión de personas del mismo sexo carece del elemento biológico del matrimonio! Pero eso es así únicamente si definimos al matrimonio en términos de la unión de personas del sexo opuesto que por lo tanto pueden procrear.
En otras palabras, lo que la Iglesia está diciendo aquí es: "YO defino al matrimonio como la unión de personas de sexo opuesto. Damián y Jorge comparten el mismo sexo. Por lo tanto, de acuerdo a MI definición, no pueden conformar un matrimonio". Pero este argumento lo único que hace es probar que, si definimos al matrimonio en terminos de hombre-mujer, entonces hombre-hombre o mujer-mujer no entran en dicha definición. ¿Tanto palabrerío y alabanza de los principios divinos era necesaria para no decir absolutamente nada?
Lo que la Iglesia no entiende (o entiende pero quiere evitar), es que lo que aquí está cuestionandose no es si bajo la presente definición del matrimonio dos hombres deberían poder casarse. Lo que las personas libres piden a gritos, es que la definición del matrimonio sea reformulada, eliminando las bases biológicas o religiosas que la sustentan para reemplzarlas por fundamentos liberales que respeten los derechos de cada ciudadano.

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